Hender sobre la transparencia el frágil acontecer de la palabra. Sentir como vibran bajo tus pies, la tristeza de lo inevitable. Ni siquiera la brisa logra aliviar las sienes que arden como ángeles pecadores.
Tengo un nuevo mundo, en mi opinión.
La agrura saja la lengua. Escozor que grava la sustancia amarilla del corazón. Qué liviano tornar la mirada hacia el fútil desperfecto. Mientras la herida mana aún el espacio de tu ausencia.
En mi viaje me persiguen.
Reconocernos en el tránsito que vaga exhausto a nuestro derredor. El que invisible describe la emoción más íntima, la que nadie sabe, excepto tú. Y, entonces, sabernos el destello mísero que nos cubre de gloria efímera.
Ahora que todo comienza...
ResponderEliminarHender sobre la transparencia el frágil acontecer de la palabra. Sentir como vibran bajo tus pies, la tristeza de lo inevitable.
Ni siquiera la brisa logra aliviar las sienes que arden como ángeles pecadores.
Tengo un nuevo mundo, en mi opinión.
La agrura saja la lengua. Escozor que grava la sustancia amarilla del corazón. Qué liviano tornar la mirada hacia el fútil desperfecto. Mientras la herida mana aún el espacio de tu ausencia.
En mi viaje me persiguen.
Reconocernos en el tránsito que vaga exhausto a nuestro derredor. El que invisible describe la emoción más íntima, la que nadie sabe, excepto tú. Y, entonces, sabernos el destello mísero que nos cubre de gloria efímera.
Desde el afecto que el abrazo anudó al corazón.
Pedro Luis Ibáñez Lérida.
Un abrazo, amigo. Y gracias.
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